Menú

Una violencia de género

La cultura del consentimiento

El consentimiento sexual

La ley del solo sí es sí

Campaña contra las violencias sexuales dirigida a estudiantes de universidades de Sevilla

Por experiencias y entornos libres de violencias sexuales, haz tuya la cultura del consentimiento

La violencia sexual

La violencia sexual es todo acto de naturaleza sexual realizado sin el consentimiento de otra persona. Abarca diferentes conductas que van desde el acoso verbal hasta el asesinato de mujeres vinculado a la violencia sexual, el feminicidio sexual. Atenta contra la libertad sexual y los derechos humanos.  

La violencia sexual tiene lugar en el ámbito público y el privado, lo que incluye el espacio digital. Tu casa o la vuestra, una discoteca o la calle, la universidad o tu empresa, tu móvil o sus redes sociales, tu WhatsApp o el de otras personas, pueden convertirse en escenarios de distintos tipos de agresión y de violencias cotidianas.

No requiere de contacto físico entre agresor y víctima. Tampoco importa la relación que tengan, si la hubo, la hay o no. Conocer a tu violador o incluso ser su pareja, no aminora la gravedad del hecho ni le exculpa de su responsabilidad en el delito. 

No es un hecho aislado, sino un problema social estructural y global.

¡Vamos a verlo!

Una violencia de género

Violencia de género es aquella ejercida contra las mujeres y las niñas por el hecho de serlo o que les afecta de manera desproporcionada. Es fruto de la cultura machista y de las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres.

Dicho esto, cabe preguntarse: ¿están las mujeres más expuestas que los hombres a sufrir violencia sexual? La respuesta es sí. La violencia sexual es una constante en la vida de todas las mujeres durante todo su ciclo vital, de modo latente o presente.

Es una clase de violencia tan extendida como invisible. ¿A cuántas mujeres conoces? Si sumas a tu madre, hermanas, amigas, vecinas, profesoras, compañeras de clase, conocidas, ¿eres capaz de contar hasta cincuenta? 1 de cada 45 mujeres está en riesgo de sufrir violencia sexual en España cada año.
A esa una la conoces, pero posiblemente nunca te enteres de que ha sido objeto de violencia sexual.

La desproporción a la que hemos aludido al principio no es solo una cuestión numérica. Significa también que la violencia sexual provoca un daño diferenciado por razón de género. Un impacto de extrema gravedad en el caso de las mujeres: embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual, cuestionamiento y estigma social. En algunos países las víctimas son forzadas a casarse con su agresor, repudiadas por sus familias, expulsadas de sus comunidades o condenadas a muerte.

La violencia sexual es un acto de dominación y de control sobre la sexualidad femenina y el cuerpo de las mujeres. No tiene relación alguna con el placer.
La "cultura de la violación"
No es el alcohol, la fiesta o la noche. No es tu ropa o cómo camines. No es por un portal oscuro o un callejón solitario. No es porque corras sola o porque viajes sola. No es por haber ido a su casa, por quererlo al principio, por no gritar o por no defenderte. No es por no cuidarte de camino a casa.

No es tu culpa. La responsabilidad nunca es de la víctima sino del agresor. Y por cierto este, en una gran parte de casos -más del 80%-, es una persona conocida. Si hablamos de menores la cifra es más alta aún.

¿Cuándo hay un atraco en un banco es por causa de la clientela que hace cola? A nadie se le ocurriría pensar eso. En cambio, con la violencia sexual pasa.

Vemos en las mujeres a las causantes de su propia agresión (lo provocaste, cómo se te ocurre exponerte así, lo ibas buscando) y justificamos al agresor/violador (no se dio cuenta, no sabía lo que hacía, no se pudo controlar). Así reforzamos su conducta, mientras que a las víctimas las relegamos al aislamiento y auto-cuestionamiento, desde el que es complicado contarlo y denunciar.

Aunque la mayor parte de la población condena y considera intolerable la violencia sexual, según un estudio oficial:

· 2 de cada cinco personas opina que si una mujer no tiene intención de tener sexo con un hombre no debería coquetear con él.

· 1 de cada dos personas piensa que el alcohol es a menudo el causante de que un hombre viole a una mujer.

Al relacionar una agresión sexual con el comportamiento previo de la víctima (coquetear) o las circunstancias del agresor (estar bebido) la estamos responsabilizando a ella y lo estamos liberando de culpa a él.

Recibimos constantes mensajes que restan importancia a la violencia que nos rodea o, de algún modo, nos la atribuyen. A las mujeres de muchas generaciones nos han dicho desde el colegio aquello de Si un niño te trata mal es porque le gustas. ¿Lo has oído tú?
La violencia sexual está cómodamente instalada en nuestra sociedad porque la hemos normalizado. Nos parece que es natural o inevitable. Este fenómeno se conoce como «cultura de la violación».

Cada vez que pasamos por alto la gravedad de una agresión sexual estamos reforzando la idea de que las mujeres son un objeto del cual se puede disponer.

Esta permisividad es lo que hace que novatadas y cánticos universitarios machistas de contenido sexual puedan llegar a ser vistos como una broma, tradición o rito iniciático (no es con mala intención, es así de toda la vida, no es para tanto, no exageres), aunque disten mucho de ser eso.

La misoginia, cosificar y denigrar a las mujeres, insultar y humillar, amenazar y acosar…. No entendemos la violencia como tal.

Cuanto más aceptamos, disculpamos o banalizamos esta violencia, hacemos más difícil su desaparición.

Para acabar con esta violencia estructural hay que aislarla socialmente. Hay que dejar atrás la «cultura de la violación» y dar paso a la del consentimiento.

El lenguaje

Pulgares-arriba-y-abajo

¿Piensas que el lenguaje es neutro? ¿Crees que esconde un pensamiento sexista y estereotipado? ¿Contribuye esto a invisibilizar las desigualdades de género? ¿Normaliza la violencia hacia las mujeres? Aquí una muestra de definiciones contenidas en el diccionario online de la Real Academia Española (RAE).

Perro, rra

Mamífero doméstico de la familia de los cánidos.

Prostituta.

Zorro, rra

Mamífero cánido de menos de un metro de longitud.

Prostituta.

Hombre

Ser animado racional, varón o mujer.

Persona del sexo masculino.

Nota: Mujer es «persona del sexo femenino», sin la primera acepción.

Mujer fatal

Mujer seductora que ejerce sobre los hombres una atracción irresistible y peligrosa.

Aviso: La palabra «hombre fatal» no está en el Diccionario.

Fácil

Que no requiere gran esfuerzo, habilidad o capacidad.

Dicho de una persona: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales.

Nota: hasta hace muy poco el diccionario matizaba: «Dicho especialmente de las mujeres».
Putón

Mujer de comportamiento promiscuo y de indumentaria zafiamente provocativa.

Hombre de la calle

Persona normal y corriente.

Mujer de la calle

Mujer normal y corriente.

Prostituta que busca a sus clientes en la calle.

Hombre público

Hombre que tiene presencia e influjo en la vida social.

Mujer pública

Mujer normal y corriente.

Prostituta.

Furcio

Equivocación al hablar.

Furcia

Prostituta.

Mujer mundana

Prostituta.

Aviso: La palabra «hombre mundano» no está en el Diccionario.

Mujerzuela

Mujer de poca estimación.

Mujer perdida, de mala vida.

Aviso: La palabra «hombrezuelo» no está en el Diccionario.

Haz tuya la "cultura del consentimiento"

Fuegos

Entender tus derechos

La libertad sexual es un derecho humano universal.

Conlleva una libertad para elegir, tienes derecho a ejercer tu sexualidad y nadie puede obligarte a que lo hagas, ni siquiera a que sientas interés o deseo sexual.

Responder al deseo, buscar placer y satisfacción sexual, descubrir la sexualidad y probar cosas nuevas, admiten múltiples combinaciones. En solitario, dentro o fuera de la pareja, sea esta de tu mismo sexo o no, con una o varias personas, todo ello es de libre elección. Puedes hacerlo con o sin apego, existiendo o no un vínculo amoroso o afectivo. Incluir cariño, sentimientos y ternura al explorar el cuerpo propio o el ajeno, supone un placer añadido, pero no es imprescindible. En el sexo hay muchos derechos y posibilidades de disfrute y experimentación.

El único límite está en la libertad ajena. La única obligación, que todo lo que suceda sea consentido. Es un proceso compartido que requiere de habilidades comunicativas, asertividad y empatía. Elementos que, por cierto, son fuente de placer recíproco durante una relación sexual.

El placer es cosa mutua, el consentimiento es cosa propia

El consentimiento sexual es aquel que expresa la voluntad de quien lo presta de realizar un acto de naturaleza sexual y que, teniendo en cuenta las circunstancias del momento, es emitido de manera voluntaria y libre.

El consentimiento sexual es de aplicación a una actividad o práctica concreta y sirve para ese momento determinado: solo mientras existe y se mantiene tiene validez.

9 cosas a tener en cuenta para un consentimiento sexual libre

¿Piensas que preguntar va a arruinar el momento, que «va a cortar el rollo»?

Una mirada intensa, una insinuación, un coqueteo, una invitación a su casa por la noche o que acepte ir a la tuya, no necesariamente equivalen a una propuesta sexual. Puede significar o no que esa persona quiera algo más contigo, ¡pregunta!

Hablar sobre el consentimiento no es tan difícil. Es más, puede ser erótico y excitante. Si quiere hacerlo, si le apetece seguir, lo que desea o no hacer, cómo le gusta o cuáles son sus límites… Se descubre preguntando. ¿Seguimos un poco más? Sí, me encanta así. ¿Te hago esto? Hazme esto…

Afrontar esta parte como un concurso de preguntas y respuestas, mecánicamente y a toda velocidad, puede inducir a error y dar lugar a situaciones confusas. ¿Por qué no asegurarse con tranquilidad? Preguntar, parar, mirar y observar, escuchar y sentir, proseguir; preguntar de nuevo y recomenzar.

Nos pasamos la vida dando nuestro visto bueno a muchas cosas. De hecho, cada vez es más frecuente. Autorizamos a diario un amplio abanico de operaciones cotidianas: el uso de datos personales, la grabación de una llamada, el paso al interior del portal de quien trae la publicidad o el correo, un cargo bancario.

Está claro que nadie puede registrar una llamada o almacenar datos personales de otra persona sin su permiso, hay que preguntar antes. Para entrar en un edificio sin llaves o usar una tarjeta de crédito ajena, debe consultarse previamente.

¿Por qué no trasladamos este razonamiento a la cama, al sofá o a dondequiera que sea nuestro lugar favorito? ¿Actuamos igual cuando se trata del cuerpo y de la sexualidad?

¡Recuerda! La cuestión del consentimiento sexual se resume fácil: pregunta primero.

Si partimos de la consideración de que mujeres y hombres somos personas iguales en dignidad y derechos (sobre esta afirmación se articulan los derechos humanos), tenemos que desechar la idea de que las mujeres están consintiendo salvo que se resistan a un agresor -jugándose la vida- o digan no. Mujeres y hombres somos sujetos de derechos y autónomamente tomamos decisiones sobre ellos.

Eso quiere decir que la esencia del consentimiento descansa en el .

Quedarnos calladas o quietas no equivale a consentir. No vale decir como excusa frente a una situación de violencia no dijo no.

El consentimiento sexual tiene que ser afirmativo. En el sentido de firme, genuino y rotundo. La mirada, el lenguaje corporal y el tono de voz son señales a tener en cuenta, pero lo importante es que solo un prestado con ganas expresa clara e inequívocamente un consentimiento.

¡Recuerda! No lo des por sentado. El silencio o la pasividad no son un .

El consentimiento es revocable. Puedes cambiar de opinión cuando quieras o lo necesites, arrepentirte durante las primeras caricias íntimas, justo después de desvestirte o mientras estáis en medio de un juego erótico o en plena efervescencia sexual. Haber tomado la iniciativa o desearlo al principio no te obliga a seguir si no quieres y nadie puede forzarte a ello. Nunca es tarde para que dejes de hacer algo que ha dejado de gustarte.

El consentimiento caduca. No es perenne y no sirve para el futuro: si tuviste sexo con alguien no tienes obligación de repetir, aunque haya sucedido muchas veces o la otra persona lo dé por hecho porque hayáis disfrutado mucho.

¡Recuerda! Tienes derecho a retirar el consentimiento en cualquier momento.

El consentimiento debe ser específico. Cada persona pone los límites, hasta dónde quiere llegar. Todo vale solo si las partes consienten.

Consentir una práctica concreta no conlleva que dicho consentimiento sea extensivo a más cosas, no es una autorización amplia para hacer algo diferente de esa actividad sexual consentida.

El consentimiento debe ser informado. Tener claro qué estamos aceptando y cuáles son sus consecuencias.

¡Recuerda! No ir más allá es tu derecho. No aceptes imposiciones.

Haber mantenido una cita amorosa, convivir o tener un vínculo matrimonial no genera un compromiso en cuanto al sexo. Parece bastante obvio, pero las violaciones en cita o las que se dan dentro del matrimonio son eso, violaciones.

Las personas que están en pareja y las casadas tienen exactamente la misma libertad sexual que las que no. Esta libertad no se anula por la existencia de un vínculo, sea del tipo que sea. Exigir sexo en base a eso es una conducta de dominación sexual contraria al derecho a la autodeterminación sexual que posee cada miembro de la pareja. Aunque casi cuarenta países en todo el mundo no hayan criminalizado aún la violación conyugal, es violencia sexual.

Las personas no son objetos que se utilizan. Pensar que alguien está ahí a tu disposición, para que satisfagas tu deseo sexual, es instrumentalizar a las personas en tu propio beneficio. Casi 8 de cada 10 jóvenes españolas de 18 a 25 años (un 77,5%) piensa que las mujeres son tratadas con frecuencia como objeto sexual.

La «cosificación» del cuerpo femenino es también una forma de violencia contra las mujeres. Uno de sus efectos es la normalización de la idea de que las mujeres pueden ser objeto de una transacción comercial, comprarse y venderse como una mercancía. Esto hace que en España el sexo de pago sea tolerado socialmente: 2 de cada 5 hombres y 1 de cada 3 mujeres considera aceptable consumir prostitución.

El sexo no es una necesidad que deba ser satisfecha a toda costa. Nadie tiene impulsos sexuales irrefrenables. Aceptar esta creencia sería pensar que el motivo de una violación es que el agresor está necesitado de sexo y nadie se lo da.

Cada quien debe ocuparse de atender su sexualidad y de cómo la gestiona. No puedes hacer a otra persona responsable de tu propio placer. Negar sexo cuando no se quiere tenerlo no es ser egoísta, sino cuidarte. Algo que nadie puede hacer mejor que tú.

Aunque sea evidente, decir no no equivale a consentir. Un no es lo que parece que es y no lo contrario: hay una negativa de consentimiento. Cuando las mujeres decimos no, lo que queremos decir es eso y no otra cosa: no.

¡Recuerda! No es no.

Pensemos en situaciones en las que por algún motivo nos sentimos especialmente vulnerables o en un ambiente hostil y el miedo anula nuestra voluntad (estamos lejos de casa o en un lugar aislado o desconocido, o quien nos presiona es de más edad o tiene una complexión corporal más fuerte). Son contextos intimidatorios graves. Sin usar la fuerza física se puede vencer la resistencia de una persona.

La presión también puede hacer que accedamos a relaciones sexuales por el deseo de complacer o el miedo a ser rechazadas (por ejemplo, cuando hemos aceptado alguna invitación a una copa y la otra persona insiste). También para evitar que se cuestione nuestra adultez, o la hombría.

Ninguna persona debería sentirse forzada a entregar su propio cuerpo como favor o premio a otra persona (¡no somos cosas!) o para mantener una apariencia. Tampoco debe nadie aprovecharse de haber sido amable previamente, de una posición de superioridad o de un ambiente favorable, en detrimento de la autonomía o voluntad de otra persona.

Recurrir al chantaje emocional por medio de amenazas, a la manipulación emocional (por ejemplo, haciendo que sientas culpa o llevando la cuenta de los días que lleváis sin hacerlo), o a cualquier tipo de táctica de persuasión por encubierta o sutil que sea (es que te deseo mucho; si me quisieras, lo harías; lo buscaré en otra parte) son estrategias que dan lugar a relaciones sexuales no consentidas.

Por mucho que te lo pidiesen, ¿te volverías creyente si tienes ideas agnósticas? ¿Cambiarías de equipo de fútbol? ¿Dejarías de escuchar tu grupo de música favorito? Si alguien se negase a hacerlo, ¿la forzarías a que cambiase de opinión? ¿Lo harías tú, solo por agradar o hacer feliz a otra persona? No parece que tenga mucho sentido que esta manera de pensar no la apliquemos a nuestro cuerpo y vida sexual, aceptando un trato desfavorable o que nos dañe.

¡Recuerda! Insistir en tener relaciones sexuales es coerción sexual y, de haberlo, el sexo es no consentido.

Las personas con trastorno mental, las que están dormidas, privadas de sentido (inconscientes), o han consumido medicamentos, alcohol o cualquier otra sustancia natural o química que les altere la conciencia no pueden consentir.

Seguramente habrás oído hablar de un fenómeno de gran repercusión mediática llamado «sumisión química». Consiste en administrar a una persona sustancias psicoactivas (por ejemplo, fármacos o drogas) sin su consentimiento y sin su conocimiento. Ello para alterar sus capacidades psíquicas y así, aprovecharse de su estado para cometer el delito, manipulando su comportamiento.

La mayoría de las veces el delito es una agresión sexual. Las víctimas más frecuentes son mujeres. La sumisión química con fines sexuales está presente en hasta un 17% de casos de agresiones sexuales. La víctima suele ser una mujer joven, con una edad media de 25 años.

No hay «drogas de los violadores» específicas como sugieren los medios de comunicación. Los estudios de que se dispone hablan de hasta 50 posibles sustancias usadas para anular la voluntad de una persona a tales efectos.

La sumisión química es diferente de la «vulnerabilidad química». En este caso el consumo es voluntario, no tiene origen en un tercero.

En uno y otro caso, el consentimiento prestado no es válido.

Como las anteriores, esta regla séptima vale para cualquier otra actividad de naturaleza sexual. Si la víctima no es consciente, no hay consentimiento.

Usar la foto de alguien sin su permiso para abrir un perfil falso en una página de contactos con la intención de humillarla o acosarla es una forma de agresión sexual a través de las nuevas tecnologías. Es violencia sexual.

Si difundes una foto o un vídeo íntimo sin que la persona que aparece lo sepa, estás dañando su intimidad y es violencia sexual. No importa que lo hayas obtenido con consentimiento (porque te han dejado hacerlo o te lo han mandado), pues este no incluía su envío a terceras personas. Si la imagen o la grabación no era tuya, pero la recibes y la pasas por WhatsApp o por Internet, da lo mismo que solo sea a una persona, estás siendo cómplice de quien lo inició. Al no pararlo, reenviándolo, estás contribuyendo a que siga en circulación.

No lo llames pornovenganza. Es un delito que impacta gravemente en la víctima. Las consecuencias sobre su integridad, intimidad y reputación pueden condicionar para siempre su estilo de vida. El trauma produce vergüenza, angustia, miedo e inseguridad. No hay un interés de venganza porque el daño es desproporcionado en relación a cualquier comportamiento previo que haya podido tener la víctima (aunque hubiese sido algo reprobable). Posible acción y reacción no son equiparables. Además, ¿quién ha dicho que la venganza sea una conducta legítima? Tampoco tiene nada de pornografía porque el origen y finalidad de las imágenes o grabaciones es distinto, es material producido en un espacio íntimo y de ámbito privado. Si es una expareja quien lo hace la pena es mayor.

El sexting no consentido suele ir precedido de coacción e intimidación. El agresor trata de obtener algo de la víctima y la amenaza con subir el material a redes sociales o webs, o con remitirlo a una persona de su entorno -una nueva pareja o su familia- (sextorsión).

Estos delitos afectan mayoritariamente a mujeres, jóvenes y adolescentes. El fin del agresor es acosar y humillar a quien no ha accedido a sus deseos y demostrar poder (tu cuerpo me pertenece y las fotos de él también son mías y puedo hacer con ellas lo que yo quiera). Responden a una lógica sexista, pues las víctimas son sometidas al escarnio público y al reproche social por mostrarse deseantes o sexualmente activas.

¡Recuerda! Si está privada de sentido o, en general, no sabe lo que haces, es violencia sexual.

Toda negociación tiene que partir de una situación de igualdad de condiciones para expresar la voluntad.

Las personas somos diversas, únicas. No todas tenemos la misma capacidad para exponer nuestros deseos y necesidades ni el mismo grado de desarrollo de las habilidades que requiere una adecuada comunicación. A muchas nos cuesta ser asertivas o contar con la fuerza necesaria para decir no y eso produce una asimetría de poder.

Presta atención a las señales no verbales de tu pareja sexual con calma y respeto hacia los ritmos ajenos. Si sospechas que no quiere seguir adelante no lo hagas tú. Abordar el tema del consentimiento desde la empatía y el cuidado mutuo es reconocer a la otra persona. Si tienes intención de compartir con ella un tiempo de disfrute sexual, por breve que este sea, es lo mínimo que puedes hacer, ¿no te parece?

¡Recuerda! Si lo intuyes, no esperes su no para parar.

Tener sexo consentido no es lo mismo que tener que operarte de apendicitis o examinarte en el mismo día de dos asignaturas hueso que se te han atragantado.

El sexo no es un sacrificio, ni una obligación, ni nada parecido.

Tener sexo consentido con otra persona puede ser una experiencia gratificante para todos los sentidos, mejorar nuestro estado de ánimo y bienestar emocional, subir la autoestima y ayudar en nuestro crecimiento personal. No siempre sale así de bien, eso está claro.

Que sea sexo casual de una noche, de manera esporádica, sin generar un compromiso o como manifestación y refuerzo de una relación amorosa, es lo de menos. Lo que tiene que estar presente son las ganas de disfrutar.

Si el pasar un buen rato y divertirte no es lo que te mueve, no lo hagas. Di no.

¡Recuerda! El sexo es para disfrutar. No consientas si crees que eso no va a pasar.

La rueda del consentimiento
LIBRE

LIBRE

 

Prestado voluntariamente

en un marco de libertad.

MUTUO

MUTUO

 

Recíproco, de todas las partes

que participan (dos o más).

EXPRESO

EXPRESO

 

Formulado verbalmente

o de modo inequívoco.

MANIFIESTO

MANIFIESTO

 

No puede presumirse, sino que

debe ser claro y evidente.

ACTIVO

ACTIVO

No basta un a secas si no

se dice con convencimiento y decisión.

ENTUSIASTA

ENTUSIASTA

 

La intimidad como territorio de

placer y no de peligro o riesgo.

ESPECÍFICO

ESPECÍFICO

 

No incluye cualquier cosa,

los límites son personales.

REVERSIBLE

REVERSIBLE

 

En cualquier momento

se puede volver atrás.

La ley

Habrás oído hablar de la aprobación en España de una reforma de los delitos sexuales, la ley del solo sí es sí. El cambio se ha materializado mediante una ley orgánica. Es un tipo de norma especial reservada solo a algunas materias como los derechos humanos, lo que da una idea de la importancia de este paso.

La principal novedad es que todo acto o práctica sexual no consentido es violencia sexual, por ley. Atrás queda la distinción entre agresión sexual (contacto sexual no consentido en el que hay coacción o intimidación) y abuso sexual (contacto sexual no consentido en el que no hay coacción ni intimidación).

Lo relevante ahora es el ataque a la libertad sexual de otra persona. Es indiferente que se haya hecho con violencia extrema o simplemente a través de un engaño. Da igual si la víctima opuso o no resistencia. No tiene que probar que se defendió. Esto significa que toda imposición de un comportamiento de significancia sexual es, de por sí, violenta. Es una experiencia traumática que puede dejar trastornos emocionales y otras secuelas de por vida aunque aunque no haya lesiones físicas (porque la víctima estuvo inconsciente o en shock, o por el pánico aparentó estar conforme). Supone reconocer que la violencia sexual, sea del tipo que sea, es mucho más que sexo no deseado porque implica una vulneración de derechos.

Este avance ha sido posible por la lucha activa del movimiento feminista, cuya persistencia ha llevado a que muchas mujeres rompan el silencio. Su denuncia pública de la violencia sexual ha redundado en una progresiva mayor conciencia social. La visibilización de esta realidad a través de movilizaciones y otras iniciativas ha instalado el debate en la agenda pública hasta convertirlo en una cuestión de Estado.
Que no te lo cuenten, ¡échale un vistazo!
Lee o pulsa el código QR para acceder al documento completo
Ley Orgánica 10/2022, de 6 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual

Yo elijo cómo me visto y con quién me desvisto.

Grito feminista

La violación es un acto de poder y de dominación.

Rita Laura Segato

Escritora, antropóloga y activista feminista argentina

Introducir la empatía en cualquier relación quiere decir preocuparse por el otro o la otra, por su bienestar, y nada de esto está reñido con ningún tipo de sexo (excepto el machista).

Beatriz Gimeno

Activista e investigadora feminista

No somos frescas, somos libres. Y si te van a juzgar hagas lo que hagas -y eso es lo que nos pasa permanentemente a las mujeres, el patriarcado nos deja siempre dos opciones contrapuestas y estancas en las que es imposible encajar salvo que sacrifiques casi todo; puta o santa, buena o mala madre, zorra o frígida-, mejor haz lo que tú quieras en cada momento y crea entornos seguros y cuidadosos para vivir tu vida.

Ana Requena

Periodista y escritora experta en género

La violencia de género es una política patriarcal de dominación estructural que está basada en el sexo y la sexualidad.

Marcela Lagarde

Académica, antropóloga e investigadora feminista mexicana

Cuando se trata de consentimiento, no hay límites difusos.

ONU Mujeres

Entidad de la ONU para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas

Aún hoy en día se nos sigue llamando “zorras”, “guarras”, “putas”, “ninfómanas”, etc., porque de nosotras se espera que nos enamoremos siempre del hombre con el que tenemos sexo.

Coral Herrera

Escritora y comunicadora feminista española

El feminismo es la idea radical de que las mujeres somos personas.

Angela Davis

Filósofa y activista afroamericana

Los derechos humanos de la mujer incluyen su derecho a tener control y a decidir libre y responsablemente sobre cuestiones relacionadas con su sexualidad, incluida la salud sexual y reproductiva, sin coacción, discriminación ni violencia.

Plataforma de acción de Beijing

IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, 1995

La sexualidad es una parte integral de la personalidad de todo ser humano. Su desarrollo pleno depende de la satisfacción de necesidades humanas básicas como el deseo de contacto, intimidad, expresión emocional, placer, ternura y amor.

Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS)

Declaración de los Derechos Sexuales, 1999

El grito feminista del ‘solo sí es sí’ y ‘hermana, yo sí te creo’ se convierte en ley en nuestro país.

Irene Montero

Ministra de Igualdad

Los hombres que cometen violencia sexual hacia las mujeres son parte de una sociedad patriarcal que sigue legitimando estas violencias y que solo rechaza a los agresores una vez que son condenados.

SEXVIOL

Grupo de Trabajo para el estudio de las Violencias Sexuales, 2022

La prostitución ha colocado a segmentos cada vez mayores de mujeres a disposición sexual de los varones en el marco de la industria global de explotación sexual.

Rosa Cobo

Teórica, investigadora y escritora feminista española

El taller online

Consiste en una formación online especializada sobre la violencia sexual desde una perspectiva integral basada en los derechos humanos, a partir de su contextualización, conceptualización, casuística, avances y retrocesos.

Abordaremos conceptos básicos relacionados con los derechos de las mujeres y las niñas, desde una perspectiva feminista. Analizaremos actitudes, comportamientos y situaciones que suelen pasar desapercibidos pero que pueden devenir en episodios de violencia sexual, en especial, en el espacio digital.
Tiene una carga lectiva de 20 horas distribuidas en tres semanas de duración, del 21 de noviembre al 11 de diciembre.

La metodología de trabajo será abierta, participativa y flexible. Podrás organizar tu tiempo de dedicación y estudio como mejor te convenga.
Estudiantes que cursen estudios en cualquiera de estas universidades: Universidad de Sevilla, Universidad Pablo de Olavide y Universidad Internacional de Andalucía (sede del Monasterio de La Cartuja).
Las plazas son limitadas. Accede al formulario de preinscripción antes de que se agoten.
Enviaremos un certificado acreditativo de tu participación y los contenidos pedagógicos si cumples los requisitos para su superación.
Tanto el curso como el diploma son gratuitos.

La campaña

Hasta aquí la página de aterrizaje o landing page de la Campaña contra las violencias sexuales dirigida a estudiantes de universidades de Sevilla.

La campaña está hecha por Colaboratorias y subvencionada por el Ayuntamiento de Sevilla a través del Servicio de la Mujer.

Con ella queremos contribuir al compromiso activo de la juventud universitaria de la ciudad con el fin de las violencias sexuales, a partir de la sensibilización y el conocimiento. Hemos usado Internet y las redes sociales, materiales promocionales en soporte físico (en tu universidad), online y nuestra plataforma de teleformación, el Aula Virtual Colaboratorias.
Para estar al día, ¡síguenos en redes sociales!   Y recuerda: #ElPlacerEsCosaMutua  #ElConsentimientoEsCosaPropia
Hecho con por Colaboratorias. Todos los derechos reservados.

Subvencionado por el Ayuntamiento de Sevilla a través del Área de Igualdad y Recursos Humanos.

Ilustración 
Rocío-Salazar

Distintas definiciones, elemento común

Todo acto de naturaleza sexual no consentido es violencia sexual.

La ausencia de consentimiento es un elemento común en todas las definiciones que existen sobre violencia sexual, entre ellas, las que puedes leer a continuación:

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia sexual como «todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo».

Para ONU Mujeres «se entiende por violencia sexual cualquier acto de naturaleza sexual cometido contra la voluntad de otra persona, ya sea que esta no haya otorgado su consentimiento o que no lo pueda otorgar por ser menor de edad, sufrir una discapacidad mental o encontrarse gravemente intoxicada o inconsciente por efecto del alcohol o las drogas».

El Consejo de Europa ha definido la violencia sexual como un delito que consiste en «la penetración vaginal, anal u oral no consentida, con carácter sexual, del cuerpo de otra persona con cualquier parte del cuerpo o con un objeto» (a), «los demás actos de carácter sexual no consentidos sobre otra persona» (b) y «el hecho de obligar a otra persona a prestarse a actos de carácter sexual no consentidos con un tercero» (c).

Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la violencia sexual «se configura con acciones de naturaleza sexual que se cometen contra una persona sin su consentimiento, que además de comprender la invasión física del cuerpo humano, pueden incluir actos que no involucren penetración o incluso contacto físico alguno».

Violencias sexuales, en plural

Algunas manifestaciones de la violencia sexual son:

  • Agresión sexual.
  • Acoso sexual, incluido el acoso callejero con connotación sexual.
  • Explotación de la prostitución ajena.
  • Matrimonio forzado.
  • Mutilación genital femenina.
  • Trata de personas con fines de explotación sexual.
  • Feminicidio sexual.
  • Violencia sexual digital (incluye la difusión de actos de este tipo mediante de las tecnologías, la pornografía no consentida y la extorsión sexual).
  • La iniciación sexual forzada y cualquier otro acto de naturaleza sexual no consentido, como los besos y tocamientos forzados (en general, todo contacto corporal no consentido con significación sexual es violencia sexual).

La prevalencia revelada

Un 13,7% de mujeres de 16 o más años refieren haber sufrido violencia sexual en algún momento de sus vidas en España. El dato equivale a 2.802.914 mujeres.

Un 6,5% de ellas vivieron esta violencia fuera de la pareja, la mayoría mediante tocamientos no consentidos (el 70,5%), seguidos de intentos de violación (un 39,2%). El 99,6% la experimentaron por parte de un agresor hombre. El 12,4% indica que en la agresión participó más de una persona.

El 13,7% de las mujeres que han padecido algún tipo de violencia sexual afirman que fueron violadas mientras estaban bajo los efectos del alcohol o las drogas.

Una violación multiplica por seis el riesgo de tener ideaciones suicidas. Un 37,8%, tuvo lesiones físicas; un 78,9%, consecuencias psicológicas; un 26,6%, consumió medicamentos, alcohol o drogas para afrontar lo sucedido.

Las mujeres de 16 a 24 años señalan haber sido objeto de violencia sexual fuera de la pareja en mayor proporción (11,0%) que las de más edad (6,0%). Un 3,4% de ellas, antes de cumplir los quince años.

El 60,5% de mujeres de 16 a 24 años han sido objeto de acoso sexual. Un 18,5% era menor de quince años la primera vez.

Los datos, estimativos

La «cifra oculta» de la violencia sexual

Solo el 8% de las mujeres de 16 o más años que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja en nuestro país lo ha denunciado a la Policía, la Guardia Civil o el Juzgado. En el caso del delito de violación, los motivos son vergüenza y querer esconderlo (40,3%), indefensión por ser menores (40,2%), miedo a no ser creídas (36,5%) o considerar que tuvo poca importancia (30,5%).

De estos hechos no llega a saberse jamás. Es la llamada «cifra oculta» de la violencia sexual, que es mucho más amplia de lo que indica la estadística oficial.

De acuerdo con un estudio reciente, se conocen menos del 10% de los 400.000 casos que tienen lugar cada año.

La estadística oficial

Durante el primer semestre de 2022 los delitos contra la libertad sexual han aumentado un 19,1% en España en relación al mismo periodo del año anterior (de 7.885 han pasado a 9.389).

La estadística para la ciudad de Sevilla es mucho más extrema aún, pues informa de una subida del 89,4% para los delitos de naturaleza sexual en general, y de un 142,9% en el caso de la violación.

Debido a las medidas adoptadas durante la pandemia de la Covid-19 se había detectado una disminución de la tendencia al alza, salvo en los delitos de ciberdelincuencia sexual con víctimas menores de edad, que crecieron en 2020.

La violencia sexual la ejercen hombres contra mujeres

En España, en 9 de cada 10 casos la violencia sexual es cometida por hombres, mientras que en 8 de cada 10 la víctima es una mujer.

La proporción de delincuentes de sexo masculino es muy alta en comparación con la de responsables de sexo femenino (donde hay más presencia de mujeres es en delitos relativos a la prostitución -la inducción o la explotación sexual-, casi un 40%). Sucede al contrario con la cifra de victimizaciones, en la que las mujeres están sobrerrepresentadas. Si hablamos de víctimas menores de edad pasa lo mismo, ya que las niñas casi cuatriplican a los niños.

Si me siento presionada

Una misma raíz: el patriarcado

La violencia de género y la violencia sexual comparten la misma raíz: una forma de organización social llamada patriarcado.

Es un sistema discriminatorio y desigual. La familia, la educación, la publicidad, el lenguaje, etc., actúan como correas transmisoras de valores, papeles y expectativas predefinidos, diferentes para mujeres y hombres. El patriarcado dicta cómo deben comportarse unas y otros, también en el plano sexual, de acuerdo a patrones dominantes que refuerzan los roles y estereotipos que relegan a las mujeres (y a todo lo considerado femenino) a una posición secundaria, subordinada al poder, privilegios y placer masculino.

La dicotomía hombre-activo/mujer-pasiva es un ejemplo de esta asimetría. Los mandatos sexuales tradicionales de género masculinos se asocian con la virilidad y la potencia erótica como reafirmación de su masculinidad (tener una vida sexual diversa, estar dispuesto a tener relaciones sexuales en cualquier momento). Los femeninos, con la abnegación y obediencia, la predisposición al amor y a la maternidad, el valor de preservar la virginidad.

Piensa en las veces que has oído descalificar a una chica que se muestra deseante, se acuesta en la primera cita o encadena encuentros sexuales sin repetir pareja o sin que haya un compromiso emocional. Frente a esa misma conducta, ¿recibiría el mismo tipo de insultos si no fuese mujer? Si un chico no tiene siempre ganas de sexo o quiere esperar a la persona adecuada, ¿está mal visto por ser de sexo masculino?

¿Crees que hay alguna razón objetiva que justifique ese trato desigual? El sexo no es un logro ni tampoco algo de lo que avergonzarse. Nadie vale menos (o más) por tener sexo o según con quién lo tiene.

¿Aún dudas de que la violencia sexual tiene un componente de género?

Desde niñas nos dicen que tenemos que cuidarnos. A partir de la adolescencia desarrollamos pautas de autoprotección que terminamos mecanizando (las llaves en la mano al acercarnos al portal es bastante común, o incluso fingir que hablamos con alguien por el móvil). El mensaje de un peligro acechante es continuo. Quizás no hayas reflexionado sobre ello, pero los chicos no reciben estos discursos ni crean estos hábitos. La amenaza se cumple en forma de un sinfín de violencias sexuales cotidianas de que somos objeto las mujeres.

Experiencias de acoso y otras violencias sexuales

Un 67,4% de las jóvenes españolas de 18 a 25 años ha recibido comentarios sexuales o sexistas inapropiados en lugares públicos o privados.

Un 46% ha sido destinataria de imágenes o comentarios no consentidos de contenido sexual en redes sociales.

Un 36,2% ha sufrido alguna vez tocamientos sexuales no consentidos y realizados al descuido (en aglomeraciones, transporte público, locales concurridos, etc.).

Un 9,1% ha vivido algún intento de violación o una violación consumada.

El miedo a la violencia sexual

Las mujeres jóvenes consideran la violencia sexual un problema grave (en una escala de 0 a 10 sitúan su importancia en un 8,6 de media).

Un 60,7% ha sentido miedo de ser violentada sexualmente estando en espacios públicos (calles, parques, etc.) y un 41,6% lo ha experimentado en sitios de ocio nocturno (bares, discotecas, etc.).

Un 8,3% ha temido en alguna ocasión sufrir algún tipo de violencia sexual por parte de su pareja.

Solo el sí es sí

Las manifestaciones que siguieron a la sentencia del Tribunal Superior de Navarra que condenó por abuso sexual y no por violación a cinco jóvenes que agredieron sexualmente a una chica de dieciocho años durante las fiestas de sanfermines de 2016 significaron un punto de inflexión para el feminismo en España.

El órgano judicial negó la agresión porque no hubo violencia física y ella no trató de impedirlo. La indignación colectiva por lo ocurrido recorrió todo el país en solidaridad con la víctima y colocando el foco en la urgente necesidad de acabar con la regulación jurídica existente de la delincuencia sexual, bajo los lemas Yo sí te creo y Solo el sí es sí.

El Tribunal Supremo rectificó la sentencia y dispuso que había existido un delito continuado de violación. La coacción no fue física pero sí ambiental, al estar la víctima rodeada de cinco hombres que exhibían su «envalentonamiento» en un pequeño habitáculo del que era imposible escapar. No es una obligación «resistirse heroicamente». No hubo consentimiento, ella actuó por miedo a una reacción violenta y sintiéndose indefensa. La pena pasó de 9 a 15 años de prisión.

El juicio a La Manada (nombre que los agresores se dieron a sí mismos en un grupo de WhatsApp que usaban para presumir de sus actos) puso de manifiesto más cosas. Primero, el hartazgo de miles de mujeres, por callarnos y por ser cuestionadas cuando no lo hacemos. Segundo, la ausencia de perspectiva de género al juzgar estos casos. Tercero, un desconocimiento inaceptable sobre las violencias sexuales y sus dinámicas de poder e impunidad. Cuarto, el largo camino a recorrer para que la sociedad comprenda su gravedad. Quinto, que las mujeres unidas somos agentes de cambio y podemos transformar realidades injustas.

En la calle y en el espacio digital, movimientos como #MeToo (#YoTambién) o #Cuéntalo permitieron compartir experiencias de abuso, explotación y violencia desde todas partes del planeta a miles de mujeres, la toma de conciencia de esta historia común. Durante este proceso las mujeres jóvenes han desempeñado un papel decisivo, colocando el derecho a una sexualidad libre y sin violencias en el centro de sus reivindicaciones, en plena cuarta ola del feminismo.

Más feminismo, por favor

¡El feminismo avanza entre la juventud!

Desde 2017 hasta 2021, el porcentaje de adolescentes y jóvenes españolas de 15 a 29 años que se consideran feministas ha subido del 46,1% al 67,1% (más de 20 puntos). El porcentaje de chicos ha pasado del 23,6% al 32,8% (un aumento de casi 14 puntos).

Sin embargo...

Uno de cada cinco adolescentes y jóvenes varones cree que la violencia de género no existe y que es solo un «invento ideológico». Solo cuatro de cada diez consideran que las desigualdades de género son elevadas en España.

Claves de la ley

Clave una. Reconocimiento de la naturaleza,
gravedad e impacto de la violencia sexual

Las violencias sexuales son un problema estructural y social, no una cuestión coyuntural e individual. Tienen origen en las relaciones de poder emanadas del orden patriarcal y en una cultura sexual arraigada en patrones discriminatorios.

Constituyen una de las violaciones de derechos humanos más comunes e invisibles de nuestro país, que afectan de manera específica y desproporcionada a las mujeres y a las niñas, pero también a los niños.

Las víctimas sufren un impacto físico, psicológico y emocional que las puede privar de un proyecto vital personal. Las mujeres, niñas y niños en su conjunto reciben un mensaje de inseguridad y dominación.

Clave dos. Definición de violencia sexual

«Cualquier acto de naturaleza sexual no consentido o que condicione el libre desarrollo de la vida sexual en cualquier ámbito público o privado, incluyendo el ámbito digital».

Elimina la distinción entre agresión y abuso sexual. Toda conducta que atente contra la libertad sexual sin el consentimiento de la otra persona es una agresión sexual. Son circunstancias agravantes el uso de sustancias y psicofármacos que anulan la voluntad de la víctima (sumisión química) o la discriminación por razón de género, entre otras.

Clave tres. Regulación del consentimiento sexual

Regula la necesidad del consentimiento claro (verbal o no):

«Solo se entenderá que hay consentimiento cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona».

Clave cuatro. Principios rectores

→ Enfoque de género

Para una adecuada comprensión de los estereotipos y las relaciones de género, sus raíces y sus consecuencias en la aplicación y evaluación de la ley.

→ Empoderamiento de las víctimas

Enfoque victimocéntrico, que busca la autonomía de las víctimas y evitar la revictimización y la victimización secundaria.

Reconocimiento del derecho a la reparación, lo que incluye la indemnización, la recuperación física, psíquica y social, las acciones de reparación simbólica y las garantías de no repetición.

Creación de servicios públicos interdisciplinares de atención permanente las 24 horas.

Limitaciones a preguntas relacionadas con la «intimidad sexual de la víctima» durante un juicio (cómo era o es su vida sexual, por ejemplo), salvo que se consideren «pertinentes y necesarias» de modo excepcional.

Prohibición de divulgar información sobre la identidad de las víctimas necesitadas de especial protección (menores y personas con discapacidad), imágenes suyas o de sus familias.

→ Atención a la discriminación interseccional y múltiple

Especial consideración a las víctimas en las que se superponen varios factores de discriminación (origen racial o étnico, la nacionalidad, la discapacidad, la orientación sexual, la identidad sexual, la edad, entre otros).

→ Igualdad de trato y no discriminación

Es de aplicación a las víctimas de violencias sexuales en España, con independencia de su nacionalidad y de su situación administrativa; o en el extranjero, siempre que sean de nacionalidad española.

Clave cinco. Esferas de especial preocupación

Ámbito educativo: Incorporación de «contenidos basados en la coeducación y en la pedagogía feminista sobre educación sexual e igualdad de género y educación afectivo-sexual para el alumnado, apropiados en función de la edad».

Ámbito digital: El espacio digital como nuevo escenario de riesgo obliga a tener en cuenta las formas emergentes de violencia sexual digital, como la pornografía no consentida o la extorsión a través de la difusión de sexting sin consentimiento (sextorsión).

Ámbito de la comunicación: Capacitación del personal de los medios de comunicación para informar sobre estas violencias con objetividad y sin estereotipos de género, respetando los derechos de las víctimas.

Ámbito de la publicidad: Prohibición de la publicidad que normalice, favorezca o incite a la violencia sexual, en especial la que fomente «estereotipos de carácter sexista, racista, estético o de carácter homofóbico o transfóbico» y la que promueva la prostitución.

Bulos sobre la ley

Falsas creencias

  1. Hay obligación de suscribir y llevar encima un contrato de consentimiento para tener relaciones sexuales sin ser acusado de violación.
  2. Deja en situación de vulnerabilidad a hombres que sufran violencia sexual.
  3. Presume la culpabilidad de agresores de sexo masculino.
  4. Establece pena de cárcel para un piropo.

La realidad

  1. NO hay obligación de suscribir y llevar encima un contrato de consentimiento para tener relaciones sexuales sin ser acusado de violación.

    En ninguna parte de la ley se dice tal cosa. Al hablar del consentimiento se refiere a que este sea una expresión «clara» de la voluntad, no indica que esta expresión tenga que venir escrita o firmada. Con esto se da cumplimiento a tratados de carácter internacional obligatorios para España, como el Convenio de Estambul (¡ratificado en 2014!).
  2. NO deja en situación de vulnerabilidad a hombres que sufran violencia sexual.

    La ley afirma en su preámbulo que las violencias sexuales «afectan de manera específica y desproporcionada a las mujeres y a las niñas, pero también a los niños» porque es una realidad (el 30% de las mujeres de 15 o más años en todo el mundo ha sufrido alguna vez violencia sexual por alguien que no era su pareja).

    La mayoría del texto nombra a las «víctimas», es decir, a cualquier persona que sea objeto de violencia sexual. Confiere los mismos derechos con independencia de si es hombre o mujer, niño o niña.
  3. NO presume la culpabilidad de agresores de sexo masculino.

    La ley no altera la presunción de inocencia, un derecho humano establecido en la Constitución. La carga de la prueba sigue recayendo en la víctima (denunciante). Si no demuestra la ausencia de consentimiento, el acusado será inocente.

    No es fácil denunciar una violación, especialmente cuando el agresor es una persona conocida. Entre otros motivos, por miedo a que no te crean. Muchas veces el proceso judicial genera a la víctima un daño tan grave como la propia agresión, lo que se conoce como «revictimización».
  4. NO establece pena de cárcel para un piropo.

    La ley castiga el «acoso callejero» con pena de multa, localización permanente o trabajos en beneficio de la comunidad. Define este delito (introducido por primera vez) como una conducta que consiste en dirigirse a otra persona con palabras, frases, proposiciones o acciones de carácter sexual creando una situación «humillante, hostil o intimidatoria» para ella.

    Normalmente esa persona es una mujer, una joven, una adolescente o una niña y no es infrecuente que esté sola.

    Esta forma habitual de cosificación suele valerse de miradas lascivas, gestos obscenos, comentarios y valoraciones sobre atributos físicos, sonidos como silbidos o aullidos. Este comportamiento merma la autoestima de la destinataria y produce sensación de angustia, inseguridad e indefensión. La amedrenta y limita su movilidad por el espacio público (la libertad de circulación es un derecho humano). Para no tener que vivirlo de nuevo al toparse otra vez con los agresores. No vayan a pensar, encima, que te gusta y eso refuerce su conducta.

    No son piropos: son una forma de acoso sexual tolerada socialmente.

Las fuentes

Balance trimestral de criminalidad. Segundo trimestre de 2022. Ministerio del Interior. Gobierno de España.

Sexualidad de las mujeres jóvenes en el contexto español. Percepciones subjetivas e impacto de la formación (Informe de resultados). Instituto de las Mujeres. Julio de 2022.

Díaz Aguado, M.J., Martínez Arias, R., Martínez Babarro, J., Falcón, L., (2021). La situación de la violencia contra las mujeres en la adolescencia en España. Ministerio de Igualdad. Gobierno de España.

Doménech del Río, I.; López Hidalgo, E.; Villalba Soria, M.V (2021). Sumisión Química y agresión sexual. Perspectiva médico-forense. Libro de actas del Congreso Internacional para el Estudio de la Violencia Contra las Mujeres 2017-2020. Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación.

Rodríguez, E., Calderón, D., Kuric, S., Sanmartín, A., (2021). Barómetro Juventud y Género 2021. Identidades, representaciones y experiencias en una realidad social compleja. Madrid. Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, Fad.

Subdirección General de Sensibilización, Prevención y Estudios de la Violencia de Género, Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género (2020). Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019. Ministerio de Igualdad. Gobierno de España.

Dirección General de Coordinación y Estudios. Secretaría de Estado de Seguridad (2020). Informe sobre delitos contra la libertad e indemnidad sexual en España. Ministerio del Interior. Gobierno de España.

Andrés Pueyo, A., y otros (2020). Análisis empírico integrado y estimación cuantitativa de los comportamientos sexuales violentos (no consentidos) en España. Violencia sexual en España: una síntesis estimativa. Grupo de Estudios Avanzados en Violencia (GEAV), Universidad de Barcelona.

Delegación del Gobierno para la Violencia de Género (2018). Percepción social de la violencia sexual. Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad. Centro de Publicaciones.