¿Piensas que el lenguaje es neutro? ¿Crees que esconde un pensamiento sexista y estereotipado? ¿Contribuye esto a invisibilizar las desigualdades de género? ¿Normaliza la violencia hacia las mujeres? Aquí una muestra de definiciones contenidas en el diccionario online de la Real Academia Española (RAE).
Mamífero doméstico de la familia de los cánidos.
Prostituta.
Mamífero cánido de menos de un metro de longitud.
Prostituta.
Ser animado racional, varón o mujer.
Persona del sexo masculino.
Nota: Mujer es «persona del sexo femenino», sin la primera acepción.
Mujer seductora que ejerce sobre los hombres una atracción irresistible y peligrosa.
Aviso: La palabra «hombre fatal» no está en el Diccionario.
Que no requiere gran esfuerzo, habilidad o capacidad.
Dicho de una persona: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales.
Mujer de comportamiento promiscuo y de indumentaria zafiamente provocativa.
Persona normal y corriente.
Mujer normal y corriente.
Prostituta que busca a sus clientes en la calle.
Hombre que tiene presencia e influjo en la vida social.
Mujer normal y corriente.
Prostituta.
Equivocación al hablar.
Prostituta.
Prostituta.
Aviso: La palabra «hombre mundano» no está en el Diccionario.
Mujer de poca estimación.
Mujer perdida, de mala vida.
Aviso: La palabra «hombrezuelo» no está en el Diccionario.
La libertad sexual es la facultad de decidir sobre nuestro cuerpo y vida sexual libre y autónomamente, es decir, sin violencias, coacción, explotación o discriminación.
Es un derecho humano que pertenece a todas las personas en todas las sociedades sin excepción y está basado en la libertad, la dignidad y la igualdad. Todas y todos tenemos derecho a elegir si queremos sexo y con quién, qué hacemos en la cama, cómo y dónde nos acostamos. Derecho a expresar plenamente nuestro potencial sexual, en entornos sexuales seguros y sin discriminación por razón de sexo, identidad de género u orientación sexual.
La libertad sexual forma parte de un conjunto de derechos cuya premisa es que la sexualidad y el placer sexual son parte integral y un aspecto esencial de la personalidad humana y de su proceso vital de desarrollo.
Entre estos derechos sexuales emerge la consideración del derecho al disfrute sexual como fuente de bienestar físico, psicológico, intelectual y espiritual, y el derecho de cada una y de cada uno a expresar su sexualidad a través del contacto, la expresión emocional, el amor y la comunicación, lo que va más allá del placer erótico en el acto sexual.
Como todos los derechos humanos, los derechos sexuales tienen una dimensión positiva y otra negativa. Derecho a querer sexo o a no tener ganas de hacerlo. Derecho a aceptar las propuestas que te atraigan y derecho a rechazar las que no te apetezcan.
Entre estos derechos sexuales se reconoce el derecho a expresar la sexualidad a través del contacto, la expresión emocional, el amor y la comunicación. También, el derecho al disfrute o placer erótico como fuente de bienestar físico, psicológico, intelectual y espiritual.
¡Aquí van!
Libre es sin coacción
La coacción es una forma de violencia que supone la ausencia del consentimiento y puede ser ejercida mediante:
Fuerza física (presente o inminente)
Recibes amenazas graves, directas y objetivas que ponen en peligro tu vida o la de gente que te importa.
Intimidación
La coacción es psicológica, el temor a un daño real o imaginario. El agresor se vale de un arma o de la angustia e intranquilidad que genera su acoso insistente, entre otros.
Fuerza sobre las cosas
Rompiendo tu móvil u otros objetos personales o de valor sentimental, por ejemplo.
Libre es sin coerción
Hay muchas otras maneras de forzar. El ejercicio de la libertad sexual no solo requiere de la ausencia de fuerza e intimidación, sino también de la existencia de condiciones materiales reales que son necesarias para que no haya coerción. El consentimiento tampoco existe si está viciado.
Amenazas, chantaje, extorsión, engaño
Te amenazan para que envíes fotografías o vídeos de contenido sexual o para que mantengas cibersexo (se llama sextorsión y es una forma de acoso sexual online). Acuerdas usar preservativo y tu pareja sexual se lo quita sin tu permiso y sin que te des cuenta (conducta denominada stealthing, del inglés «sigilosamente» o «en sigilo»). Una encerrona de este tipo es un atentado contra tu libertad sexual.
Vulnerabilidad o ausencia de voluntad
No eres capaz de comprender la situación (eres menor o tienes una discapacidad intelectual) o no estás en condiciones para hacerlo (te encuentras dormida, ebria, medicada, drogada, privada de sentido). Aprovecharse de la vulnerabilidad de la víctima (por ejemplo, si está impedida) o anular su voluntad para cometer la agresión (mediante «sumisión química») constituyen formas graves de violencia sexual.
Abuso de superioridad
Alguien que tiene autoridad o poder sobre ti (un jefe, un profesor, un familiar) se beneficia de esa posición desigual para obtener tu consentimiento, tomando ventaja de tu cohibición. Puede que te encuentres, además, especialmente vulnerable frente a esa persona (si es tu médico o tu fisioterapeuta y te está tratando en ese momento).
Bloqueo emocional
El trauma de una violación produce bloqueo emocional o disociación (el cuerpo se paraliza y el cerebro se desconecta). En estado de shock es improbable decir no y, menos aún, oponer resistencia.
Presión social
La presión social y el miedo al rechazo del grupo de pares son a menudo motivo de iniciaciones sexuales prematuras forzadas (perder la virginidad para no quedarse atrás) o de prácticas sexuales extremas no deseadas (comunes en la pornografía violenta).
Insistencia de la otra persona
La presión de tu pareja puede llevarte a tener sexo sin ganas: Un 57,7% de las jóvenes españolas de 18 a 25 años ha mantenido relaciones sexuales sin deseo alguna vez. Es la situación de violencia más común en parejas jóvenes y afecta cuatro veces más a las chicas que a los chicos.
El consentimiento sexual es aquel que expresa la voluntad de quien lo presta de realizar un acto de naturaleza sexual y que, teniendo en cuenta las circunstancias del momento, es emitido de manera voluntaria y libre.
El consentimiento sexual es de aplicación a una actividad o práctica concreta y sirve para ese momento determinado: solo mientras existe y se mantiene tiene validez.
¿Piensas que preguntar va a arruinar el momento, que «va a cortar el rollo»? Una mirada intensa, una insinuación, un coqueteo, una invitación a su casa por la noche o que acepte ir a la tuya, no necesariamente equivalen a una propuesta sexual. Puede significar o no que esa persona quiera algo más contigo, ¡pregunta! Hablar sobre el consentimiento no es tan difícil. Es más, puede ser erótico y excitante. Si quiere hacerlo, si le apetece seguir, lo que desea o no hacer, cómo le gusta o cuáles son sus límites… Se descubre preguntando. ¿Seguimos un poco más? Sí, me encanta así. ¿Te hago esto? Hazme esto… Afrontar esta parte como un concurso de preguntas y respuestas, mecánicamente y a toda velocidad, puede inducir a error y dar lugar a situaciones confusas. ¿Por qué no asegurarse con tranquilidad? Preguntar, parar, mirar y observar, escuchar y sentir, proseguir; preguntar de nuevo y recomenzar. Nos pasamos la vida dando nuestro visto bueno a muchas cosas. De hecho, cada vez es más frecuente. Autorizamos a diario un amplio abanico de operaciones cotidianas: el uso de datos personales, la grabación de una llamada, el paso al interior del portal de quien trae la publicidad o el correo, un cargo bancario. Está claro que nadie puede registrar una llamada o almacenar datos personales de otra persona sin su permiso, hay que preguntar antes. Para entrar en un edificio sin llaves o usar una tarjeta de crédito ajena, debe consultarse previamente. ¿Por qué no trasladamos este razonamiento a la cama, al sofá o a dondequiera que sea nuestro lugar favorito? ¿Actuamos igual cuando se trata del cuerpo y de la sexualidad?
Si partimos de la consideración de que mujeres y hombres somos personas iguales en dignidad y derechos (sobre esta afirmación se articulan los derechos humanos), tenemos que desechar la idea de que las mujeres están consintiendo salvo que se resistan a un agresor -jugándose la vida- o digan no. Mujeres y hombres somos sujetos de derechos y autónomamente tomamos decisiones sobre ellos. Eso quiere decir que la esencia del consentimiento descansa en el sí. Quedarnos calladas o quietas no equivale a consentir. No vale decir como excusa frente a una situación de violencia no dijo no. El consentimiento sexual tiene que ser afirmativo. En el sentido de firme, genuino y rotundo. La mirada, el lenguaje corporal y el tono de voz son señales a tener en cuenta, pero lo importante es que solo un sí prestado con ganas expresa clara e inequívocamente un consentimiento.
El consentimiento es revocable. Puedes cambiar de opinión cuando quieras o lo necesites, arrepentirte durante las primeras caricias íntimas, justo después de desvestirte o mientras estáis en medio de un juego erótico o en plena efervescencia sexual. Haber tomado la iniciativa o desearlo al principio no te obliga a seguir si no quieres y nadie puede forzarte a ello. Nunca es tarde para que dejes de hacer algo que ha dejado de gustarte. El consentimiento caduca. No es perenne y no sirve para el futuro: si tuviste sexo con alguien no tienes obligación de repetir, aunque haya sucedido muchas veces o la otra persona lo dé por hecho porque hayáis disfrutado mucho.
El consentimiento debe ser específico. Cada persona pone los límites, hasta dónde quiere llegar. Todo vale solo si las partes consienten. Consentir una práctica concreta no conlleva que dicho consentimiento sea extensivo a más cosas, no es una autorización amplia para hacer algo diferente de esa actividad sexual consentida. El consentimiento debe ser informado. Tener claro qué estamos aceptando y cuáles son sus consecuencias.
Haber mantenido una cita amorosa, convivir o tener un vínculo matrimonial no genera un compromiso en cuanto al sexo. Parece bastante obvio, pero las violaciones en cita o las que se dan dentro del matrimonio son eso, violaciones. Las personas que están en pareja y las casadas tienen exactamente la misma libertad sexual que las que no. Esta libertad no se anula por la existencia de un vínculo, sea del tipo que sea. Exigir sexo en base a eso es una conducta de dominación sexual contraria al derecho a la autodeterminación sexual que posee cada miembro de la pareja. Aunque casi cuarenta países en todo el mundo no hayan criminalizado aún la violación conyugal, es violencia sexual. Las personas no son objetos que se utilizan. Pensar que alguien está ahí a tu disposición, para que satisfagas tu deseo sexual, es instrumentalizar a las personas en tu propio beneficio. Casi 8 de cada 10 jóvenes españolas de 18 a 25 años (un 77,5%) piensa que las mujeres son tratadas con frecuencia como objeto sexual. La «cosificación» del cuerpo femenino es también una forma de violencia contra las mujeres. Uno de sus efectos es la normalización de la idea de que las mujeres pueden ser objeto de una transacción comercial, comprarse y venderse como una mercancía. Esto hace que en España el sexo de pago sea tolerado socialmente: 2 de cada 5 hombres y 1 de cada 3 mujeres considera aceptable consumir prostitución. El sexo no es una necesidad que deba ser satisfecha a toda costa. Nadie tiene impulsos sexuales irrefrenables. Aceptar esta creencia sería pensar que el motivo de una violación es que el agresor está necesitado de sexo y nadie se lo da. Cada quien debe ocuparse de atender su sexualidad y de cómo la gestiona. No puedes hacer a otra persona responsable de tu propio placer. Negar sexo cuando no se quiere tenerlo no es ser egoísta, sino cuidarte. Algo que nadie puede hacer mejor que tú. Aunque sea evidente, decir no no equivale a consentir. Un no es lo que parece que es y no lo contrario: hay una negativa de consentimiento. Cuando las mujeres decimos no, lo que queremos decir es eso y no otra cosa: no.
Pensemos en situaciones en las que por algún motivo nos sentimos especialmente vulnerables o en un ambiente hostil y el miedo anula nuestra voluntad (estamos lejos de casa o en un lugar aislado o desconocido, o quien nos presiona es de más edad o tiene una complexión corporal más fuerte). Son contextos intimidatorios graves. Sin usar la fuerza física se puede vencer la resistencia de una persona. La presión también puede hacer que accedamos a relaciones sexuales por el deseo de complacer o el miedo a ser rechazadas (por ejemplo, cuando hemos aceptado alguna invitación a una copa y la otra persona insiste). También para evitar que se cuestione nuestra adultez, o la hombría. Ninguna persona debería sentirse forzada a entregar su propio cuerpo como favor o premio a otra persona (¡no somos cosas!) o para mantener una apariencia. Tampoco debe nadie aprovecharse de haber sido amable previamente, de una posición de superioridad o de un ambiente favorable, en detrimento de la autonomía o voluntad de otra persona. Recurrir al chantaje emocional por medio de amenazas, a la manipulación emocional (por ejemplo, haciendo que sientas culpa o llevando la cuenta de los días que lleváis sin hacerlo), o a cualquier tipo de táctica de persuasión por encubierta o sutil que sea (es que te deseo mucho; si me quisieras, lo harías; lo buscaré en otra parte) son estrategias que dan lugar a relaciones sexuales no consentidas. Por mucho que te lo pidiesen, ¿te volverías creyente si tienes ideas agnósticas? ¿Cambiarías de equipo de fútbol? ¿Dejarías de escuchar tu grupo de música favorito? Si alguien se negase a hacerlo, ¿la forzarías a que cambiase de opinión? ¿Lo harías tú, solo por agradar o hacer feliz a otra persona? No parece que tenga mucho sentido que esta manera de pensar no la apliquemos a nuestro cuerpo y vida sexual, aceptando un trato desfavorable o que nos dañe.
Las personas con trastorno mental, las que están dormidas, privadas de sentido (inconscientes), o han consumido medicamentos, alcohol o cualquier otra sustancia natural o química que les altere la conciencia no pueden consentir.
Seguramente habrás oído hablar de un fenómeno de gran repercusión mediática llamado «sumisión química». Consiste en administrar a una persona sustancias psicoactivas (por ejemplo, fármacos o drogas) sin su consentimiento y sin su conocimiento. Ello para alterar sus capacidades psíquicas y así, aprovecharse de su estado para cometer el delito, manipulando su comportamiento.
La mayoría de las veces el delito es una agresión sexual. Las víctimas más frecuentes son mujeres. La sumisión química con fines sexuales está presente en hasta un 17% de casos de agresiones sexuales. La víctima suele ser una mujer joven, con una edad media de 25 años.
No hay «drogas de los violadores» específicas como sugieren los medios de comunicación. Los estudios de que se dispone hablan de hasta 50 posibles sustancias usadas para anular la voluntad de una persona a tales efectos.
La sumisión química es diferente de la «vulnerabilidad química». En este caso el consumo es voluntario, no tiene origen en un tercero.
En uno y otro caso, el consentimiento prestado no es válido.
Como las anteriores, esta regla séptima vale para cualquier otra actividad de naturaleza sexual. Si la víctima no es consciente, no hay consentimiento.
Usar la foto de alguien sin su permiso para abrir un perfil falso en una página de contactos con la intención de humillarla o acosarla es una forma de agresión sexual a través de las nuevas tecnologías. Es violencia sexual.
Si difundes una foto o un vídeo íntimo sin que la persona que aparece lo sepa, estás dañando su intimidad y es violencia sexual. No importa que lo hayas obtenido con consentimiento (porque te han dejado hacerlo o te lo han mandado), pues este no incluía su envío a terceras personas. Si la imagen o la grabación no era tuya, pero la recibes y la pasas por WhatsApp o por Internet, da lo mismo que solo sea a una persona, estás siendo cómplice de quien lo inició. Al no pararlo, reenviándolo, estás contribuyendo a que siga en circulación.
No lo llames pornovenganza. Es un delito que impacta gravemente en la víctima. Las consecuencias sobre su integridad, intimidad y reputación pueden condicionar para siempre su estilo de vida. El trauma produce vergüenza, angustia, miedo e inseguridad. No hay un interés de venganza porque el daño es desproporcionado en relación a cualquier comportamiento previo que haya podido tener la víctima (aunque hubiese sido algo reprobable). Posible acción y reacción no son equiparables. Además, ¿quién ha dicho que la venganza sea una conducta legítima? Tampoco tiene nada de pornografía porque el origen y finalidad de las imágenes o grabaciones es distinto, es material producido en un espacio íntimo y de ámbito privado. Si es una expareja quien lo hace la pena es mayor.
El sexting no consentido suele ir precedido de coacción e intimidación. El agresor trata de obtener algo de la víctima y la amenaza con subir el material a redes sociales o webs, o con remitirlo a una persona de su entorno -una nueva pareja o su familia- (sextorsión).
Estos delitos afectan mayoritariamente a mujeres, jóvenes y adolescentes. El fin del agresor es acosar y humillar a quien no ha accedido a sus deseos y demostrar poder (tu cuerpo me pertenece y las fotos de él también son mías y puedo hacer con ellas lo que yo quiera). Responden a una lógica sexista, pues las víctimas son sometidas al escarnio público y al reproche social por mostrarse deseantes o sexualmente activas.
Toda negociación tiene que partir de una situación de igualdad de condiciones para expresar la voluntad. Las personas somos diversas, únicas. No todas tenemos la misma capacidad para exponer nuestros deseos y necesidades ni el mismo grado de desarrollo de las habilidades que requiere una adecuada comunicación. A muchas nos cuesta ser asertivas o contar con la fuerza necesaria para decir no y eso produce una asimetría de poder. Presta atención a las señales no verbales de tu pareja sexual con calma y respeto hacia los ritmos ajenos. Si sospechas que no quiere seguir adelante no lo hagas tú. Abordar el tema del consentimiento desde la empatía y el cuidado mutuo es reconocer a la otra persona. Si tienes intención de compartir con ella un tiempo de disfrute sexual, por breve que este sea, es lo mínimo que puedes hacer, ¿no te parece?
Tener sexo consentido no es lo mismo que tener que operarte de apendicitis o examinarte en el mismo día de dos asignaturas hueso que se te han atragantado. El sexo no es un sacrificio, ni una obligación, ni nada parecido. Tener sexo consentido con otra persona puede ser una experiencia gratificante para todos los sentidos, mejorar nuestro estado de ánimo y bienestar emocional, subir la autoestima y ayudar en nuestro crecimiento personal. No siempre sale así de bien, eso está claro. Que sea sexo casual de una noche, de manera esporádica, sin generar un compromiso o como manifestación y refuerzo de una relación amorosa, es lo de menos. Lo que tiene que estar presente son las ganas de disfrutar. Si el pasar un buen rato y divertirte no es lo que te mueve, no lo hagas. Di no.
LIBRE
Prestado voluntariamente
en un marco de libertad.
MUTUO
Recíproco, de todas las partes
que participan (dos o más).
EXPRESO
Formulado verbalmente
o de modo inequívoco.
MANIFIESTO
No puede presumirse, sino que
debe ser claro y evidente.
ACTIVO
No basta un sí a secas si no
se dice con convencimiento y decisión.
ENTUSIASTA
La intimidad como territorio de
placer y no de peligro o riesgo.
ESPECÍFICO
No incluye cualquier cosa,
los límites son personales.
REVERSIBLE
En cualquier momento
se puede volver atrás.
Yo elijo cómo me visto y con quién me desvisto.
Grito feminista
La violación es un acto de poder y de dominación.
Rita Laura Segato
Escritora, antropóloga y activista feminista argentina
Introducir la empatía en cualquier relación quiere decir preocuparse por el otro o la otra, por su bienestar, y nada de esto está reñido con ningún tipo de sexo (excepto el machista).
Beatriz Gimeno
Activista e investigadora feminista
No somos frescas, somos libres. Y si te van a juzgar hagas lo que hagas -y eso es lo que nos pasa permanentemente a las mujeres, el patriarcado nos deja siempre dos opciones contrapuestas y estancas en las que es imposible encajar salvo que sacrifiques casi todo; puta o santa, buena o mala madre, zorra o frígida-, mejor haz lo que tú quieras en cada momento y crea entornos seguros y cuidadosos para vivir tu vida.
Ana Requena
Periodista y escritora experta en género
La violencia de género es una política patriarcal de dominación estructural que está basada en el sexo y la sexualidad.
Marcela Lagarde
Académica, antropóloga e investigadora feminista mexicana
Cuando se trata de consentimiento, no hay límites difusos.
ONU Mujeres
Entidad de la ONU para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas
Aún hoy en día se nos sigue llamando “zorras”, “guarras”, “putas”, “ninfómanas”, etc., porque de nosotras se espera que nos enamoremos siempre del hombre con el que tenemos sexo.
Coral Herrera
Escritora y comunicadora feminista española
El feminismo es la idea radical de que las mujeres somos personas.
Angela Davis
Filósofa y activista afroamericana
Los derechos humanos de la mujer incluyen su derecho a tener control y a decidir libre y responsablemente sobre cuestiones relacionadas con su sexualidad, incluida la salud sexual y reproductiva, sin coacción, discriminación ni violencia.
Plataforma de acción de Beijing
IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, 1995
La sexualidad es una parte integral de la personalidad de todo ser humano. Su desarrollo pleno depende de la satisfacción de necesidades humanas básicas como el deseo de contacto, intimidad, expresión emocional, placer, ternura y amor.
Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS)
Declaración de los Derechos Sexuales, 1999
El grito feminista del ‘solo sí es sí’ y ‘hermana, yo sí te creo’ se convierte en ley en nuestro país.
Irene Montero
Ministra de Igualdad
Los hombres que cometen violencia sexual hacia las mujeres son parte de una sociedad patriarcal que sigue legitimando estas violencias y que solo rechaza a los agresores una vez que son condenados.
SEXVIOL
Grupo de Trabajo para el estudio de las Violencias Sexuales, 2022
La prostitución ha colocado a segmentos cada vez mayores de mujeres a disposición sexual de los varones en el marco de la industria global de explotación sexual.
Rosa Cobo
Teórica, investigadora y escritora feminista española
Subvencionado por el Ayuntamiento de Sevilla a través del Área de Igualdad y Recursos Humanos.
Todo acto de naturaleza sexual no consentido es violencia sexual.
La ausencia de consentimiento es un elemento común en todas las definiciones que existen sobre violencia sexual, entre ellas, las que puedes leer a continuación:
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia sexual como «todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo».
Para ONU Mujeres «se entiende por violencia sexual cualquier acto de naturaleza sexual cometido contra la voluntad de otra persona, ya sea que esta no haya otorgado su consentimiento o que no lo pueda otorgar por ser menor de edad, sufrir una discapacidad mental o encontrarse gravemente intoxicada o inconsciente por efecto del alcohol o las drogas».
El Consejo de Europa ha definido la violencia sexual como un delito que consiste en «la penetración vaginal, anal u oral no consentida, con carácter sexual, del cuerpo de otra persona con cualquier parte del cuerpo o con un objeto» (a), «los demás actos de carácter sexual no consentidos sobre otra persona» (b) y «el hecho de obligar a otra persona a prestarse a actos de carácter sexual no consentidos con un tercero» (c).
Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la violencia sexual «se configura con acciones de naturaleza sexual que se cometen contra una persona sin su consentimiento, que además de comprender la invasión física del cuerpo humano, pueden incluir actos que no involucren penetración o incluso contacto físico alguno».
Algunas manifestaciones de la violencia sexual son:
Un 13,7% de mujeres de 16 o más años refieren haber sufrido violencia sexual en algún momento de sus vidas en España. El dato equivale a 2.802.914 mujeres.
Un 6,5% de ellas vivieron esta violencia fuera de la pareja, la mayoría mediante tocamientos no consentidos (el 70,5%), seguidos de intentos de violación (un 39,2%). El 99,6% la experimentaron por parte de un agresor hombre. El 12,4% indica que en la agresión participó más de una persona.
El 13,7% de las mujeres que han padecido algún tipo de violencia sexual afirman que fueron violadas mientras estaban bajo los efectos del alcohol o las drogas.
Una violación multiplica por seis el riesgo de tener ideaciones suicidas. Un 37,8%, tuvo lesiones físicas; un 78,9%, consecuencias psicológicas; un 26,6%, consumió medicamentos, alcohol o drogas para afrontar lo sucedido.
Las mujeres de 16 a 24 años señalan haber sido objeto de violencia sexual fuera de la pareja en mayor proporción (11,0%) que las de más edad (6,0%). Un 3,4% de ellas, antes de cumplir los quince años.
El 60,5% de mujeres de 16 a 24 años han sido objeto de acoso sexual. Un 18,5% era menor de quince años la primera vez.
En España, en 9 de cada 10 casos la violencia sexual es cometida por hombres, mientras que en 8 de cada 10 la víctima es una mujer.
La proporción de delincuentes de sexo masculino es muy alta en comparación con la de responsables de sexo femenino (donde hay más presencia de mujeres es en delitos relativos a la prostitución -la inducción o la explotación sexual-, casi un 40%). Sucede al contrario con la cifra de victimizaciones, en la que las mujeres están sobrerrepresentadas. Si hablamos de víctimas menores de edad pasa lo mismo, ya que las niñas casi cuatriplican a los niños.
La violencia de género y la violencia sexual comparten la misma raíz: una forma de organización social llamada patriarcado.
Es un sistema discriminatorio y desigual. La familia, la educación, la publicidad, el lenguaje, etc., actúan como correas transmisoras de valores, papeles y expectativas predefinidos, diferentes para mujeres y hombres. El patriarcado dicta cómo deben comportarse unas y otros, también en el plano sexual, de acuerdo a patrones dominantes que refuerzan los roles y estereotipos que relegan a las mujeres (y a todo lo considerado femenino) a una posición secundaria, subordinada al poder, privilegios y placer masculino.
La dicotomía hombre-activo/mujer-pasiva es un ejemplo de esta asimetría. Los mandatos sexuales tradicionales de género masculinos se asocian con la virilidad y la potencia erótica como reafirmación de su masculinidad (tener una vida sexual diversa, estar dispuesto a tener relaciones sexuales en cualquier momento). Los femeninos, con la abnegación y obediencia, la predisposición al amor y a la maternidad, el valor de preservar la virginidad.
Piensa en las veces que has oído descalificar a una chica que se muestra deseante, se acuesta en la primera cita o encadena encuentros sexuales sin repetir pareja o sin que haya un compromiso emocional. Frente a esa misma conducta, ¿recibiría el mismo tipo de insultos si no fuese mujer? Si un chico no tiene siempre ganas de sexo o quiere esperar a la persona adecuada, ¿está mal visto por ser de sexo masculino?
¿Crees que hay alguna razón objetiva que justifique ese trato desigual? El sexo no es un logro ni tampoco algo de lo que avergonzarse. Nadie vale menos (o más) por tener sexo o según con quién lo tiene.
Es de aplicación a las víctimas de violencias sexuales en España, con independencia de su nacionalidad y de su situación administrativa; o en el extranjero, siempre que sean de nacionalidad española.
Ámbito educativo: Incorporación de «contenidos basados en la coeducación y en la pedagogía feminista sobre educación sexual e igualdad de género y educación afectivo-sexual para el alumnado, apropiados en función de la edad».
Ámbito digital: El espacio digital como nuevo escenario de riesgo obliga a tener en cuenta las formas emergentes de violencia sexual digital, como la pornografía no consentida o la extorsión a través de la difusión de sexting sin consentimiento (sextorsión).
Ámbito de la comunicación: Capacitación del personal de los medios de comunicación para informar sobre estas violencias con objetividad y sin estereotipos de género, respetando los derechos de las víctimas.
Ámbito de la publicidad: Prohibición de la publicidad que normalice, favorezca o incite a la violencia sexual, en especial la que fomente «estereotipos de carácter sexista, racista, estético o de carácter homofóbico o transfóbico» y la que promueva la prostitución.